Pedro Medina llevó la marca a Colombia. Hoy, vive en una casa de barro y cosecha sus propios alimentos.

Pedro Medina abandonó un trabajo de ensueño. En 1995, el empresario llevó McDonald’s a Colombia. Lo tenía todo: un lujoso departamento, carros último modelo, chófer, escoltas y una prometedora carrera en el mundo de los negocios. A sus 35 años se convirtió en uno de los empresarios más exitosos del país.

En 12 meses viajó en diferentes ocasiones de Colombia a Estados Unidos. En ese mismo tiempo abrió 10 restaurantes de la cadena, un tiempo récord a nivel mundial. Asimismo, dio empleo a más de 1,000 universitarios.

Medina escaló de ser gerente general de McDonald’s en Colombia a ser su presidente.

Sin embargo, una vida llena de estrés y preocupaciones le pasó factura. El 12 de marzo de 1995, cuatro meses antes de la inauguración de la primera sucursal de McDonald’s en Bogotá, Medina sufrió un derrame cerebral mientras volaba rumbo a Caracas, Venezuela.

El empresario fue sometido a una cirugía. Al despertar, Pedro resignificó el éxito de McDonald’s y lo que había sacrificado para ayudar a la multinacional a entrar a un país que, hasta ese entonces se encontraba sumergido en una ola de violencia a causa del narcotráfico.

Entonces, tomó la decisión de renunciar y dar un cambio radical a su vida. El colombiano pasó de vivir en un departamento en Bogotá, con todas las comodidades, a una casa de barro y piedra ubicada en el corazón de Choachí, un pueblo con 13,000 habitantes, a una hora y media de camino de la ciudad. Su vista por las mañanas pasó de ser un grupo de rascacielos a una cascada que baja de la montaña.

Durante un tiempo ocupó el refrigerador, pero un día decidió desconectarlo, acción que llamó la atención de la compañía de luz a tal grado que trabajadores comenzaron a hacerle visitas para revisar su instalación eléctrica, pues la tarifa se redujo en 50 por ciento. La televisión también es un objeto ausente en su hogar.

Su baño de cuatro paredes y azulejos se transformó en un río y sus alimentos son cultivados en el campo. Además, Pedro recicla y reutiliza todo lo que puede.

A sus 57 años, Pedro, con un ritmo de vida tranquilo y en paz, dirige la asociación Yo Creo en Colombia, la cual se dedica a construir y recuperar la confianza en el país.

Desde 1999, año en que se fundó, Pedro ha impartido más de 8,000 conferencias ante 847,000 personas en 166 ciudades y 33 países, “hemos creado una escuela de pensamiento sobre una Colombia y una Latinoamérica capaz, recursiva, inteligente, trabajadora, apasionada, feliz, curiosa, productiva y competitiva que existe pero que muchos no ven”, explica la página de la asociación.

Pedro pasó de ser un hombre de negocios que vendía hamburguesas a un transformador del pensamiento en Colombia. El acercamiento con la muerte le ayudó a valorar su vida y el tiempo con sus seres amados e, incluso, en algunas entrevistas con medio locales ha dicho que le quedan 37 años de vida, pues ha decidido morir a los 94.