Este es un pensamiento sobre el poder de las elecciones que hacemos.

No siempre tienes que seguir las reglas.

No todas éstas valen la pena de perseguir.

Probablemente las escuches como si fueran órdenes, pero realmente no lo son.

A menudo se pasan por alto  —incluso por los encargados de hacerlas cumplir—.

Nunca olvides el viejo dicho de “Más vale pedir perdón a pedir permiso”. Es verdadero.

Seamos honestos: si no te perdonan después es porque probablemente nunca tuviste el permiso desde el principio.

Entonces, ¿por qué no solo ir tras ello?

Invita a esa persona a salir.

Empieza las clases de baile los miércoles por la noche.

Emprende tu negocio.

Lo que sea que pienses que quieres hacer, hazlo ya.

Pasamos mucho tiempo preocupándonos por las posibles consecuencias al momento de romper la regla.

Horas y horas pensando en  todos los escenarios posibles de algo que ni siquiera ha pasado y que probablemente nunca suceda.

Una vez que sigamos adelante, el Día del Juicio nunca llega y de alguna manera se nos olvida y regresamos justo donde estábamos.

Miedo.

Spoiler alert : Al final todo sale bien.

Pensar en el hecho de romper una regla es mucho más “terrorífico” que infringirla.

El noventa y nueve por ciento de las veces, la consecuencia de haber fracturado una regla es porque alguien se enojó contigo o porque algo no está funcionando de la manera que te gustaría.

No muerte.

No prisión.

No bancarrota, destitución o cualquier tipo de daño irreparable.

Lo peor que podría pasar sería que alguien se ofendiera  contigo.

O tal vez que alguien simplemente te diga NO.

Literal. Eso sería.

¿Podrías soportar que alguien se “sintiera” contigo?

¿Eso te arruinaría el día?

Si alguien te dice que “NO” ¿romperás en llanto?

¿Por qué el NO de alguien vale más que tu SÍ?

Toma más riesgos.

La decisión más poderosa que tomes no va a ser aquella de la que estés cien por ciento seguro.

La oración más fuerte que siempre podrás decir será “vamos a ver qué pasa”.