Por: Andrés Oppenheimer

Sorprendentemente, el apoyo al libre mercado está alcanzando niveles récord en América Latina, según una nueva encuesta regional. Y lo que es más asombroso aún, el capitalismo está alcanzando su máximo nivel de popularidad en países gobernados por populistas de izquierda que lo critican a diario.

Según datos de la encuesta regional Latinobarómetro que fueron dados en exclusividad al Miami Herald y al Nuevo Herald, el porcentaje de personas en la región que está de acuerdo con la premisa de que “la economia de libre mercado es el único sistema con el que tu país puede llegar a ser desarrollado” subió del 57 por ciento en el 2003 a un récord del 69 por ciento en el 2017.

“Me sorprendió ver este resultado. En el pasado, había una resistencia histórica al libre mercado y a las privatizaciones en América Latina. Y ahora, de repente, vemos esta subida en el apoyo de la gente”, me dijo la directora de Latinobarómetro, Marta Lagos.

Curiosamente, los países con los niveles más altos de apoyo al libre mercado son los gobernados por líderes izquierdistas. El país más procapitalista de la región es Nicaragua, cuyo presidente es el autoproclamado revolucionario de izquierda Daniel Ortega: el 79% de los nicaragüenses dice que el libre mercado es la única forma en que su país puede alcanzar el desarrollo.

Honduras ocupa el segundo lugar, con un 78 por ciento de apoyo al libre mercado, seguido de Bolivia, Ecuador y Venezuela, con un 76 por ciento. Comparativamente, el 67 por ciento dice estar de acuerdo con esa idea en Argentina, el 66 por ciento en México, el 64 por ciento en Brasil y el 59 por ciento en Chile.

Cuando vi estos datos, mi primera reacción fue que estas cifras reflejan los altibajos del populismo en la región.

La encuesta anual muestra que el apoyo al libre mercado en la región alcanzó su punto más bajo en el 2007. Ese fue el momento en que Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina se beneficiaron de una bonanza económica por los altos precios mundiales de las materias primas, y regalaron dinero a diestra y siniestra.

Pero cuando el boom de las materias primas se pinchó en el 2010, mucha gente se dio cuenta de que sus presidentes habían desperdiciado sus bonanzas económicas en fiestas populistas, en lugar de invertir en educación, salud e infraestructura, y que habían dejado a sus países en bancarrota.

Una nueva generación de líderes centristas y de centroderecha ganó elecciones o heredó la presidencia en Argentina, Perú, Brasil y otros países, y parece haber convencido a la gente, al menos por ahora, de que ningún país puede lograr un crecimiento sostenible sin la inversión privada.

¿Durará esta nueva luna de miel con el libre mercado? La historia me dice que probablemente no. La política latinoamericana es pendular, y suele cambiar cada diez o quince años. Cuando los precios mundiales de las materias primas suben, crece la popularidad de los lideres populistas y estatistas. Cuando los precios de las materias primas bajan, los inversores privados son cortejados como reyes.

Pero los optimistas pueden encontrar algunos motivos de esperanza en los nuevos datos de Latinobarómetro. En Argentina, el apoyo al mercado libre ha aumentado del 51 por ciento en el 2003 al 67 por ciento en el 2017; en Colombia ha aumentado del 57 por ciento al 67 por ciento en el mismo período, y en Venezuela del 51 al 76 por ciento.

Idealmente, este sería un momento perfecto para que Estados Unidos y América Latina aumenten su integración económica y compitan más eficientemente con China. La idea de crear una zona de libre comercio hemisférica fue propuesta por todos los presidentes recientes de EEUU., desde George H.W. Bush hasta Barack Obama.

Desafortunadamente, ahora que Estados Unidos tiene la mayor oportunidad en muchos años para mejorar sus lazos económicos con la región, tiene como presidente a un aislacionista ignorante que amenaza con retirarse del tratado de libre comercio con México y Canadá, y acaba de aumentar los aranceles a las exportaciones de biodiesel de Argentina.

Increíblemente, Estados Unidos está desperdiciando la oportunidad, mientras China continúa aumentando su presencia económica en América Latina.